Dark Souls – Un punto de inflexión en el videojuego moderno

Pocos juegos en la época moderna han sido tan influyentes como Dark Souls. Pero, además de su supuesta dificultad, ¿qué hace tan especial a este título?

Escrito por J Martínez

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Por allá en el 2009, hace ya 11 años, una compañía que veía su mayor éxito en Armored Core, una saga de Mechas personalizables, lanzaba para PS3 un videojuego bastante especial, titulado Demon Souls. Este juego tomaba el legado de una mítica (y muerta) saga de la compañía, llamada King’s Field, para situarnos en un mundo desolado, solitarios frente a un sin fin de amenazas increíblemente difíciles de sortear.

Pero este juego nunca fue tan popular ni ovacionado. O al menos no como sí lo fue su sucesor espiritual; Dark Souls. Modificando un par de mecánicas pero manteniendo la idea base, este título sería el puntapié inicial para una oleada de juegos con mecánicas similares a las del juego de From Software, llegando incluso a que muchos ya consideren el Souls-like como un nuevo género. Pero, ¿qué hace tan especial a Dark Souls?

Lo evidente y más comentado: una exigencia máxima

Siempre que se habla de este juego saldrá a la luz el mismo tema: Dark Souls es difícil. Pero permítanme decir que discrepo un poco con esto. En realidad, el título es sumamente exigente. Y a pesar de que sí tiene algunas mecánicas que sí son difíciles de dominar, una vez que controles esto, ningún obstáculo debería ser imposible en tu paso por Lodran (a excepción de un par de desafíos de los que hablaré más adelante).

Lo que sí, es que el título es bastante obtuso. El movimiento del personaje es incómodo, a veces lento, no nos permite pausar, y la cámara a veces nos jugará malas pasadas. Todo esto está hecho a propósito, pero no por eso es perdonable, de hecho hay varias cosas que con el correr de la saga han sido modificadas. No es complicado adaptarse, pero para quien entra a la franquicia por primera vez puede resultar molesto.

Peleas épicas

Otra cosa que probablemente aparezca en las conversaciones, son las peleas contra los jefes. Probablemente aquí es donde aparezcan las palabras «injustas», «difícil» (otra vez) o «épicas». Cada lucha, incluso cuando es contra más de un enemigo gigantesco, siempre nos dará alguna oportunidad para meter un par de golpes, por lo que con un poco de muchísima paciencia podemos salir victoriosos… a excepción del Lecho del Caos, que por el bien del juego, lo ignoraremos.

Muchas menciones honrosas pueden salir aquí, cada cual más épica que la anterior. Las Gárgolas Campana en la Parroquia de los no Muertos, el Demonio de Capra que nos tira a dos perros en un cuarto de 2×3, Ornstein y Smough como una de las mejores peleas en toda la historia, el increíble jefe final, o los 3 jefes del excelente DLC. Todas son luchas que, una vez que superemos, se convertirán en nuestro mayor orgullo.

Pero hay un pico de dificultad aquí. Ojo que hablo de dificultad y no exigencia. Hay 3 peleas que son difíciles, pero no por los motivos que piensas. Hablo del jefe final; Gwyn, junto con Artorias y Manus del DLC. ¿El motivo? Son peleas van en contra de todo lo que el juego nos mostró hasta el momento. Estos jefes son sumamente agresivos y sus ataques nos harán mucho daño, dándonos muy poco margen de error.

Pero esto también es el motivo por el que estos son los mejores enemigos del juego. La agresividad que tienen les da un ímpetu de superioridad, y nos deja con la sensación de que jamás podremos vencerlos… hasta que lo logramos, sintiéndonos increíble. Esa satisfacción que queda, solo es posible gracias a su increíble sistema de combate, que es probablemente el mejor de la década pasada.

Lo no tan evidente; el cuidado de su mundo y su narrativa

Pero realmente existe un motivo por el que Dark Souls tiene seguidores tan comprometidos, y es la misma razón por la que la mitad de los «Souls-like» nunca han podido acercarse a la grandeza del título original. Y es que la construcción de su mundo, de su fantasía, es perfecta. Además de tener un lore increíble, la forma que tiene de contarlo va de la mano con sus mecánicas.

Sí, es igual de obtuso, sí, hay que tener la misma paciencia para encontrarlo y entenderlo, pero una vez que comienzas a unir las piezas, todo tiene sentido, llegando a la misma satisfacción que cuando derrotas a los mejores jefes. El motivo por el que un área está cubierta de lava, el porqué el Lecho del Caos tiene dos bolas a sus costados, la razón por la que el DLC tiene una zona llamada El Abismo… todo tiene un por qué y eso es una maravilla.

Esto le da un aire muy distintivo al juego. Lo mejor que provoca es la solemnidad que le da a algunos enemigos. Como el enfrentarse a Artorias sabiendo su historia, que es muy distinto a derrotarlo sin conocerla, encontrar la escena alternativa de Sif y descubrir el por qué se hace más débil con el pasar de la pelea es desgarrador, o incluso entender el porqué Gwyn tiene una música tan triste, siendo que es la batalla final.

Conclusiones

Dark Souls cambió mi forma de ver los juegos. La mayor influencia que tuvo en mí, fue el entender que un juego no tiene por qué tener una narrativa copiada de las películas como lo hacen el 80% de títulos. Un videojuego es un medio diferente para contar historias, tal como un libro no es igual a un cómic, tal como una película es diferente a una serie. Cada formato debe tener un ritmo especial, ya que cada uno tiene distintas cosas que aprovechar.

Y es que es muy extraño encontrar un juego que se aproveche de sus propias mecánicas para contar su historia. Pero el título de Miyazaki lo hace, dándole un sentido a su dificultad, al por qué revivimos cada vez que morimos o incluso al cómo nos curamos.

Porque en Dark Souls, la «dificultad» es un medio más para posicionarse como una obra maestra, es parte de un todo que simplemente no podría existir sin ella. Aunque prácticamente todas las mecánicas son heredadas del antecesor, Demon’s Souls, este juego fue el que las pulió. Y a pesar de que no está libre de pecados, si son (casi) perdonables cuando entiendes su mundo y te dejas llevar por él.